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LA MAREA DE LOS TIEMPOS VII: Pintura y Política

17 abril, 2023 0 comentarios

LA MAREA DE LOS TIEMPOS VII: Pintura y Política

Por Dr. Omar López Mato

Convencido de la pérdida inexorable del hombre, el Bosco se inscribe en la tradición milenarista. Creía que el hombre contemporáneo era sordo a las leyes divinas, había pecado, no parecía tener propósito de enmienda y merecía que llegase el fin de los  tiempos para su juzgamiento. Un conjunto de artistas convencido de que la relajación de las costumbres conducía a la humanidad hacia un futuro sombrío, reflejó en pinturas y textos su condena. Eran los tiempos del Malleus maleficarum (publicado por primera vez en 1486, fue el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de brujas), del Ars moriendi (El Arte de Morir), de La Nave de los Locos, de Sebastián Brant, y El elogio de la locura, de Erasmo. Estos textos pretendían imponer un nuevo orden moral.

Si bien el oscuro simbolismo de alguna de las obras del Bosco despierta la sospecha de que Jeroen Anthoniszoon van Aekenl (el verdadero nombre del artista) podría haber pertenecido a alguna secta herética (como la de los adamitas), el hecho de que la obra haya sido adquirida por Felipe II de España, da por tierra con esta suposición. Sus dueños originales habían sido los miembros de la Casa de Nassau y por herencia llegó a Guillermo de Orange, líder de la revolución holandesa contra los Habsburgo. La obra fue confiscada por el duque de Alba durante la activa represión de los holandeses por parte de España y, posteriormente, adquirida en subasta por Felipe II en 1593. Esta pintura apocalíptica permaneció en los aposentos del rey español en el Escorial hasta la muerte de Felipe. Originalmente se le llamó Una pintura sobre la variedad del mundo, nombre basado  en los exóticos animales que aparecen en el tríptico. Sin embargo, las escenas de lujuria primaron sobre las variedades zoológicas y, al ingresar a la colección  del Prado, cambió su nombre al De los deleites carnales, o más elípticamente, El Jardín de las Delicias. Como señaló el historiador, poeta y teólogo español José de Sigüenza, en 1605, esta era una “sátira pintada de los pecados y desvaríos de los hombres”, disparates de los humanos que el artista recoge con gran detalle y castiga con un infierno oscuro y desesperanzado, el único que podía caber en el esquema político religioso de Felipe II.

Mientras el Bosco imprimía en su obra un sesgo de desesperanza, Rafael pintaba en Roma

La escuela de Atenas, una exaltación de la cultura clásica. Según la leyenda, los personajes centrales que discuten son Aristóteles y Platón. Este último, el más añoso, corresponde al retrato de Leonardo Da Vinci. Heráclito, sentado sobre la escalera, refleja los rasgos de Michelangello. El mismo Rafael se pintó a un costado mirando al espectador como años antes lo había hecho Botticelli. También incluye entre los pensadores al Papa Julio II (se le conoce como “El Papa guerrero” por su intensa actividad política y militar), quien encargó esta obra. No fue esta una solicitud caprichosa, obedecía a un momento dramático en la historia del cristianismo.

Constantinopla acababa de caer en manos de los turcos y muchos de los manuscritos griegos que se atesoraban en la capital bizantina pudieron llegar al Vaticano, donde Julio II estaba dispuesto a defender todo el legado escrito de Occidente. El Papa los acogió, bajo la mirada de los sabios griegos que Rafael había reunido con la magia de su pincel.

Entre los filósofos retratados en La Escuela de Atenas, figura Epicuro, a un costado, con la

cabeza cubierta de pámpanos de vid. Este afirmaba: “Si quieres ser rico no te afanes en aumentar tus bienes sino en disminuir tu codicia”; y entre los pecados capitales se encuentra la codicia, pero en pocas obras que relatan las penas infernales parece ser castigada con severidad, aunque haya sido (y continúa siendo) responsable de las grandes crisis que periódicamente conmocionan a la humanidad.

La apertura del comercio internacional, especialmente después del descubrimiento de América, llevó a una expansión de la economía. El descubrimiento de minas de plata en el país Checo y Alemania asistieron al rápido aumento del circulante en Europa.

El Jardín de las Delicias • El Bosco • 1490

La escuela de Atenas • Rafael Sanzio • 1510/11

El cambista y su mujer • Quentin Massys • 1514

 

Fue entonces que los bancos comenzaron a emitir papeles de cambio, vales de compra y venta que agilizan los negocios y evitan el engorroso transporte del metálico, pero también permitían disponer de medios que no siempre contaban con un sustrato tangible, ya que sólo a veces el oro y la plata respaldaban el valor total de la operatoria.

En el siglo XIV, algunos comerciantes se especializaron en el negocio del cambio de monedas dada la diversidad de contenido mineral de las distintas acuñaciones que a su vez eran falsificadas y adulteradas aun por los mismos gobiernos para aumentar el circulante, una forma precoz de inflación. Esta situación era tan frecuente que el jesuita Juan de Mariana, siguiendo a Santo Tomás de Aquino, en su De Monetae Mutatione (1609), propuso el “tiranicidio” como castigo a aquellos monarcas que envilecieron el peso de la moneda. Sus textos fueron quemados en la hoguera acusados de promover varios

intentos de magnicidio.

Los grandes comerciantes empezaron a registrar las operaciones en sus libros —lo que ha permitido constatar que no disponían del mismo volumen en metálico—. Este mecanismo cambió el significado del dinero, ya que un simple papel omitía el engorroso trámite de transportar pesadas cajas de caudales, pero también le permitía al banquero disponer de billetes sin tener el respaldo a la vista. La economía se fue convirtiendo en un “acto de fe”: era menester creer que ese papel equivalía a la cifra que llevaba impresa.

En este cuadro de Quentin Massys, que no es retrato sino una escena de la vida cotidiana, el cambista contando sus monedas junto a su esposa adquiere una envergadura simbólica. La mujer tiene en sus manos el Libro de las horas, un texto de plegarias, abierto en una página que muestra una miniatura de la Virgen y el niño. Sin embargo, la mujer parece más interesada en el recuento que lleva adelante su marido que en la piadosa lectura. Sus rostros parecen apacibles aunque se puede adivinar una codicia contenida que en años venideros infla a límites insospechados la magnitud de los negocios, gracias a la sobre emisión de papeles, creando las burbujas financieras que jalonaron la historia de la humanidad.

Curiosamente, el relato histórico que se divulga para su estudio, registra las batallas y guerras, las campañas bélicas y los hechos heroicos que los jalonaron, pero poco se nos enseña sobre las crisis financieras que alimentaron estas contiendas. Las guerras siempre son enfrentamientos económicos por métodos violentos. Se pelea por bienes y se invierte dinero para obtener el objeto deseado. Se pelea por la tierra que es un bien escaso en el planeta que lleva este nombre. Se necesita tierra para producir y cobrar impuestos. La historia oficial de cada nación se encargará luego de justificar cada contienda otorgándole los valores abstractos que servirán como justificativo para la posteridad. Libertad, igualdad, lucha contra la opresión (que siempre tienen fundamentos económicos), derechos adquiridos y tantas otras expresiones, bonitas palabras que adornarán los textos de historia para disfrazar una realidad menos idealista.

En el marco original de la obra de Massys estaba escrito un versículo admonitorio del Levítico: “No hagáis agravio en juicio, en medida de tierra ni en peso ni en otra medida. Balanzas justas, pesas justas”. ¿Deben los valores religiosos ceder ante la codicia, como estaba ocurriendo en la opulenta Amberes donde Massys trabajaba? ¿O acaso los valores más elevados, como el devocionario al que no le prestan mucha atención, asistirá a esta pareja a permanecer en el camino correcto?

Sobre la mesa se encuentra un espejo que refleja minuciosamente los detalles que se ven por la ventana, una ilusión de un mundo exterior que se percibe deformado y lejano.


1 El adamismo, movimiento religioso que pretendía volver a la inocencia primigenia mediante el nudismo. Su doctrina defendía, además de la absoluta desnudez, una estricta abstinencia sexual y el rechazo del matrimonio por considerarlo una consecuencia del pecado original.

2 Fe: del latín fides, origen etimológico de palabras como financiero, fiduciario, etc.

3El Levítico, uno de los libros bíblicos del Antiguo Testamento y del Tanaj. Para los cristianos forma parte del Pentateuco y para los judíos de la Torá (“La Ley”). Se lo cuenta entre los libros históricos y en ambas versiones es el tercero de la Biblia, ubicado entre Éxodo y Números.

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